A medida que avanzabamos el arbolado iba dejando lugar a los terrenos yermos y pedregosos. El atardecer nos dejaba otras bellas instantáneas.
Por la mañana emprendemos la ruta hacia el desierto. Los paisajes son espectaculares. Piedras, sequía y tierra hasta donde la vista alcanza y la cordillera del Atlas de fondo…os dejo con unas fotos que lo describen mucho mejor que yo.
A medida que ibámos ganando altitud, el paisaje que se mostraba ante nuestra iba ganando en espectacularidad. Detras de los tremendos paredones rocosos que alcanzan hasta 300 m, ya se divisa un hilo verde de vida: El Draa. El Draa es el río más largo de Marruecos, nace en las nevadas montañas del Atlas y muere en el océano atlántico al norte de Tan Tan.
Os recomiendo pulsar sobre las fotos para ampliarlas.
Insólita imagen del burro pastando entre piedras
Detrás de estos impresionantes cortados, podemos divisar aún el Atlas.
Vuelven a oirse los cantos de los bulbules, gorriones morunos, mirlos, y cogujadas. Qué marcado es el contraste de vida entre las dos zonas por la diferente disponibilidad de agua; que dependientes somos los seres vivos.
Hectáreas de cultivos y plantaciones de palmeras y argamias forman la vegetación de ribera.
La noche nos cayó encima lentamente. Era hora de tomarse un thé y reponer fuerzas para la jornada siguiente. Llevabamos casi una semana en el país, bicheando todo el día, con muchos kilómetros en la espalda, recogiendo a todo el mundo que hacia autostop, inténtando integrarnos y entender las costumbres locales, haciendo muchas preguntas y buscando conversaciones interesantes. Nos estabamos llevando una imagen bastante completa de Marruecos y su cultura.
Collalba negra de Brehm Oenanthe leucopyga
Collalba negra Oenanthe leucura
Una muy confiada Terrera sahariana
Terrera sahariana Ammomanes deserti
Los dromedarios de aquí tienen todos dueño. Algunos deambulaban aparentemente libres, pero sólo era apariencia, ya que tenían las patas atadas. Algo similar a las trancas que se le coloca al ganado equino mostrenco en Galicia y que causó la muerte a decenas de caballos en los fatídicos incendios de 2006.
Cuando llegamos a M’hamid, estábamos agotados de tanto kilómetro, del calor y del cansancio que fuimos acumulando durante el viaje. Yo me moría de ganas por adentrarme en el desierto en busca del gorrión sahariano, pero el acoso de los marroquís ofreciendo sus servicios, las pocas ganas de regatear, el escaso tiempo del que disponía y el cansancio me hicieron desisitir. Lo cierto, es que ahora mismo me arrepiento un poco..
Vimos esta liebre atropellada, más tarde tendríamos la suerte de ver una viva a escasos metros.
Liebre magrebí Lepus schlumbergeri
El contraste de vida y color es asombroso.
En estos valles aislados del Alto Atlas sobrevive la cultura bereber.
En casi todos estos pueblos pudimos apreciar antenas parábólicas. Gran parte de los críos tenían síntomas de «europeización» con camisetas del Madrid y del Barça. Muchos ciudadanos no conocían su Parque Nacional Souss Massa pero si a Messi.
Antes de llegar a Telouet, nos encontramos con esta asombrosa llanura situada a 1.870 m. con el mismo nombre. En este lugar, sólo nos separaban de las cumbres del Atlas los rebaños de ovejas siempre resguardados por pastorcillas que se negaban a ser fotografiadas.
Ya en el corazón de la Cordillera, seguimos disfrutando de la fauna: Chovas piquirrojas, collalbas negras y estas confiadas Ardillas morunas.
Con la vista echada hacia las cumbres del Tizi-n-Tichka, nos íbamos despidiendo del Atlas. Durante parte de la carretera hacia Marrakech además de los característicos taxistas suicidas que te adelantan hasta en las curvas, nos encontramos puestos de venta de fósiles, de figuras cerámicas, fruta y un largo etc.
El viaje iba tocando a su fin. El día siguiente lo dedicamos exclusivamente a Marrakech.
Entrar conduciendo en la ciudad nos supuso todo un reto. No os puedo enseñar el vídeo del tráfico descontrolado y el caos que reina en el asfalto de la ciudad ya que un guardia real nos obligó a borrarlo bajo amenaza de meternos en la comisaría.
Nos dirigimos a la famosa plaza Jeema el Fna. Durante el día, vendedores de zumo de naranja y pomelo, Halaquíes (narradores de historias), magos, dentistas, vendedores de ungüentos, domadores de macacos, encantadores de serpientes y Aguadores ocupan la plaza.
Es común que le coloquen al turista una serpiente al cuello para obtener unos cuantos dirhams, lo mismo sucede con las fotos que les saqueis. Entre los réptiles se hallan cobras, crótalos diamantinos, culebras de escaleras y una serpiente que semejaba una mamba pero que no llegue a identificar. Para no contribuir a este negocio que expolia animales de su medio natural, tomé las fotos a distancia y agachando la cámara. Me niego a pagarles un duro por ello.
Tambien había varios puestos con cabezas de impala, camaleones, ardillas domesticadas y hasta abubillas muertas envueltas en plástico. Están allí presentes todo un arsenal de especies catalogadas…
Os ruego que si acudis a Marrakech, procureis no mostrar absoluto interés por ello. Es una manera de hacerle boicot al expolio de especies silvestres para exhibirlas ante el público.
Dedicamos gran parte del día a visitar el zoco. Al atardecer pudimos ver los vencejos moros revoloteando encima de la plaza. Por dos veces vimos tambien un Halcón que debido a la distancia y la oscuridad no logramos identificar como Tagarote o Peregrino.
Al llegar la noche, Jeema el Fna se convierte en un hervidero de gente. Por todas partes hay grupillos, coros y representaciones. Algunos simplemente tocan instrumentos y cantan en grupo, otros narran historias o hacen trucos de magia pero el tumulto y la participación de los marroquies en todas las actividades es común en todos los corrillos.
Además de ello, el zoco sigue abierto, hallareis dispersos varios tenderetes de juegos de habilidad. En el centro de la plaza los camareros tratarán a sentaros en puestos culinarios cuyo aceite hirviendo desprende un velo que nubla los mismos.
Al día siguiente cogimos el tren nocturno a Tanger y volvimos a cruzar el estrecho en el ferry avistando pardelas, paiños, págalos, gaviotas y charranes…
Resumiendo, Marruecos es un país que no deja indiferente a nadie.
Juega en su contra la conducción temeraria, para los escrupulosos la higiene, que los occidentales son poco menos que euros con patas y que te encuentras plásticos y cristales tirados hasta en el desierto.
Juegan en su favor los espléndidos paisajes, un precio por dormir y comer más que asequible, que la gente es muy amable y servicial, una fauna y flora distintas, una cultura y costumbres diferentes. Un viaje ideal para iniciarse en el continente africano.
Espero que os haya gustado.